Si vas por la calle, la gente no te va a dar nada, ya puedes pedir que aquí nadie regala nada.
Sin embargo, hay algo inverosímil pero cierto que ocurre entre las personas que pertenecen a la sociedad secreta de los fumadores de tabaco. Es como una hermandad preestablecida, se miran y se conocen, comparten una debilidad conceptual y física.
Fuman.
Aquí si pides cualquier cosa que se te ocurra a alguien que ni se te ocurra pensar que te va a dar nada, pero si pides un cigarro pues si te lo dará cualquier otro de los numerosos miembros de ésta susodicha sociedad del humo.
Tener fuego siempre es útil, cualquier persona interesante puede pedírtelo en cualquier momento del día.
Si le pides un cigarro a un fumador, puede que se lo piense, según su grado de generosidad, pero puede que se sienta identificado contigo y te compadezca, pensará que a él o ella también le pasó lo mismo, un día o un rato sin tabaco, y se volvía loco/a.
Así que te da uno.
Las miradas cómplices de los fumadores cuando salen a disfrutar de unas caladas entre horas de trabajo, en entreguiño de sus ojos, rellenando sus pulmones de dióxido puro y todo lo demás. Las venas se oscurecen y sientes ese cosquilleo por todo el cuerpo, medio mareo que te consterna unos cuantos segundos, y te relaja antes de volver a empezar.
Incluso una vez me ha llegado a pasar que estando en la tienda no tenía mechero y le pedí a la primera chica que pasó fumando, ésta se preocupó mucho de mi porque estaba allí, desamparada y sin mechero, y me dio el suyo. Se ocupó de mí.
Yo me quedé muy sorprendida por su generosidad.
No todos los días la gente te da cosas.
Hay que compartir no competir.
El principito se encuentra con un mercader que vende píldoras que quitan la sed.
El principito le pregunta para qué sirve no tener sed.
El mercader le dice que si cada día gasta 15 minutos en ir a la fuente a buscar agua para poder beber, después de una semana son muchos minutos. Son 105 minutos.
El principito pregunta que para qué quiere 105 minutos libres, y el mercader le contesta que para lo que quiera.
El principito dice que si el tuviera 105 minutos libres los aprovecharía para ir tranquilamente paseando hasta una fuente y beber agua fresca.
Si en vez de competir compartiéramos, si en vez de ser tú y yo fuéramos nosotras/os.
Ésta sociedad separa, pero la solución está en unirse para sobrevivir.
Relájate un sonríe y disfruta de cada cosa que hagas cada día.
¿Qué harías con 56.820 euros cada día, que si no los gastas durante ese día desaparecen?
¿Qué harías con 563820 minutos de tu vida cada día si desaparecen al acabarlo?
Lo que más te apetezca en cada momento y si no sabes qué hacer, al menos haz algo que sepas que a alguien puede hacerle feliz.
Intenta sonreír cada día, unas cuantas veces, si no se te ocurre nada puedes buscar algo en Google.
Sin embargo, hay algo inverosímil pero cierto que ocurre entre las personas que pertenecen a la sociedad secreta de los fumadores de tabaco. Es como una hermandad preestablecida, se miran y se conocen, comparten una debilidad conceptual y física.
Fuman.
Aquí si pides cualquier cosa que se te ocurra a alguien que ni se te ocurra pensar que te va a dar nada, pero si pides un cigarro pues si te lo dará cualquier otro de los numerosos miembros de ésta susodicha sociedad del humo.
Tener fuego siempre es útil, cualquier persona interesante puede pedírtelo en cualquier momento del día.
Si le pides un cigarro a un fumador, puede que se lo piense, según su grado de generosidad, pero puede que se sienta identificado contigo y te compadezca, pensará que a él o ella también le pasó lo mismo, un día o un rato sin tabaco, y se volvía loco/a.
Así que te da uno.
Las miradas cómplices de los fumadores cuando salen a disfrutar de unas caladas entre horas de trabajo, en entreguiño de sus ojos, rellenando sus pulmones de dióxido puro y todo lo demás. Las venas se oscurecen y sientes ese cosquilleo por todo el cuerpo, medio mareo que te consterna unos cuantos segundos, y te relaja antes de volver a empezar.
Incluso una vez me ha llegado a pasar que estando en la tienda no tenía mechero y le pedí a la primera chica que pasó fumando, ésta se preocupó mucho de mi porque estaba allí, desamparada y sin mechero, y me dio el suyo. Se ocupó de mí.
Yo me quedé muy sorprendida por su generosidad.
No todos los días la gente te da cosas.
Hay que compartir no competir.
El principito se encuentra con un mercader que vende píldoras que quitan la sed.
El principito le pregunta para qué sirve no tener sed.
El mercader le dice que si cada día gasta 15 minutos en ir a la fuente a buscar agua para poder beber, después de una semana son muchos minutos. Son 105 minutos.
El principito pregunta que para qué quiere 105 minutos libres, y el mercader le contesta que para lo que quiera.
El principito dice que si el tuviera 105 minutos libres los aprovecharía para ir tranquilamente paseando hasta una fuente y beber agua fresca.
Si en vez de competir compartiéramos, si en vez de ser tú y yo fuéramos nosotras/os.
Ésta sociedad separa, pero la solución está en unirse para sobrevivir.
Relájate un sonríe y disfruta de cada cosa que hagas cada día.
¿Qué harías con 56.820 euros cada día, que si no los gastas durante ese día desaparecen?
¿Qué harías con 563820 minutos de tu vida cada día si desaparecen al acabarlo?
Lo que más te apetezca en cada momento y si no sabes qué hacer, al menos haz algo que sepas que a alguien puede hacerle feliz.
Intenta sonreír cada día, unas cuantas veces, si no se te ocurre nada puedes buscar algo en Google.
Comentaris