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S'estan mostrant les entrades d'aquesta data: gener, 2007

Orgullo y prejuicio

Orgullo y prejuicio Las palabras necias, los oídos sordos. Las despedidas austeras, las grandes esperanzas. Le damos una nueva oportunidad a la vida, aunque parezca aturdida, de tantas vueltas que damos, en busca de nada, esperándolo todo. Ha nacido una nueva persona, que espera que vaya a verla, y espero ver yo. Con tranquilidad y a medias, las cosas no satisfacen lo mismo. La pasión desbordada y sin límite, el saber que no podré dormir en calma sin ella. La pasividad y el pesimismo de la ignorancia y la insidia contaminan mis silencios, sabiendo que todo acabará. Caminos de ida y vuelta, horas y días y semanas, entre los besos del ayer y del mañana, me queda la luna llena, que bautiza esa niña que llora y espera ver mis ojos llorar de alegría. La vida es como es, saber y aprender que tendrás aquello que no soñaste, si nunca has soñado con nada en especial, no tienes nada que perder. Sólo sueño con la felicidad completa, con mirarte a los ojos y ver luz de esperanza que resplandezca e

No hay mejor momento para ser feliz que ahora mismo.

No hay mejor momento para ser feliz que ahora mismo. Mi amiga se siente sola en Barcelona y quiere marcharse, pero yo creo que si se siente sola aquí se sentirá sola en cualquier lugar. La soledad es la gran enfermedad de nuestra sociedad pudiente y de caprichos tormentosos. No queremos lo que tenemos, siempre buscando lo que nos levanta el flequillo al pasar con orgullo y desafiante. Enterrados en el cementerio de las almas transparentes y decoloradas por la inalición sentimental. Que no quiero pasarlo mal, quiero coger las riendas de mi carroza de mendigo improvisada al ver en el espejo el reflejo deformado de una sombra inerte y prejuiciosa me enerva dudas del ayer. Equivocarse consecutivamente, sin miedo a perder mas lágrimas, no aceptaré la vanidad, ni la hipocresía. Solo el tiempo cálido de tus labios y tus manos resbalando por mi piel serán suficientes para entender que no hay nada más que perder que la soledad. Armada hasta los dientes de inseguridad, creyendo que nada de mi p
Salimos de casa y cogemos el primer taxi que pasa por la calle. Sin plan, con el mismo plan de siempre de ir y ver que pasa. Puertas abiertas a la misma ciudad sobre la que cae el mismo cielo. El taxista pregunta el destino y le indico que vamos a la calle Aribau 81, esquina con Mallorca, al nuevo local de chicas para hacer la primera copa "Dejavu", de una de las concursantes de Gran Hermano, que por cierto nunca hace acto de presencia. Llegamos a la discoteca renombrada por mi sagaz amiga como "Dejabugo", como nuestro típico jamón, ya que suelen poner música española y alegre en general. El portero me enseñó el libro que decía que leía en su puesto de trabajo, La interpretación de los sueños II de Freud. Fue un tanto sensacional ver que aquel ser condenado a la espera pudiera aprovechar el tiempo en tan enigmática lectura. También condicionó una subliminal sonrisa en mis labios al pensar que esa podía ser una más de las señales del destino. Me adentré con mi amig

Nada termina hasta que tu sientes que termina.

Nada termina hasta que tu sientes que termina. Los años pasan, y todo lo de anteriores años se tiñe de aburrimiento, el amanecer de las novedades tarda en aparecer. Palabras para no volver, para no vender mi mundo. El delito de renacer, de remover expectativas que envenenan mi futuro. Sembrando y regando la esperanza. Mi corazón ciego, sedado, remendado, ya no siente igual que ayer. Los latigazos factibles que abanican mi existir, y marchitan el presente, que parece ausente de su misma sensación de latir, sin emitir sonido alguno, que no repique en ningún rincón del metro, ni estorbe la tranquilidad de la ausencia de arrepentimiento, de las flores por nacer, de las hojas por caer, de los girasoles por mirar al sol por una sola vez, y no deslumbrarse. Cada momento debe ser sublime, de cada existencia, que es única y sensacional. Adolece y acontece el caminar, cuando no hay sombras que acompañen. Cuando los silencios son tan intensos y callados como las tumbas de aquellos que no pudieron